miércoles, 28 de abril de 2010




El Departamento de Cultura EPN

Tiene el agrado de invitar a disfrutar del talento teatral en su máxima expresión.

Un monólogo que nos cuenta la cotidianidad de una joven esposa, con mucho humor y reflexión transita por las ilusiones y las depresiones.

Lo que sorprende es la magistral actuación que nos confirma que el teatro es una experiencia única.

Aquí es confortable

Muestra la realidad de una mujer (Carolina) que no termina de sentirse satisfecha con la vida que lleva; no ha logrado asumir del todo sus roles de hija, madre, esposa y ama de casa; y sobrelleva esa frustración con alucinaciones y la creación de realidades alternas que la llevan a personificar seres inexistentes y a revivir un pasado que añora.

La primera de las fantasías en las que cae Carolina, durante la obra, aparece cuando ella pretende ordenar los juguetes de su hija.

Al recoger los muñecos, un robot parece hablarle. “Juega conmigo”, le dice, y aclara “yo no juego con adultos”. En ese momento, Carolina regresa a su infancia, entablando un diálogo con el robot de su hija a través del cual reflexiona.

La exploración de las diversas facetas actorales es uno de los detalles más evidentes durante el desarrollo de la obra.

Cada vez que la protagonista cae en una de sus alucinaciones, se despierta de manera abrupta, preocupada por su estado mental, y encontrando el punto de equilibrio en la cacerola Bourguignon que ha estado preparando para su esposo desde el principio.

La inestabilidad emocional de Carolina, que es el tema recurrente del guión, se evidencia desde la primera escena, a través del diálogo que ella sostiene con su madre, que es quien hizo la llamada que rompió el silencio luego de los primeros segundos.


La historia que propone Krarup intenta retratar una realidad amenazada por la soledad, a la que se expone el ama de casa de clase media alta. Esto se refleja tanto en las añoranzas de Carolina (los viajes a París, el deseo de ganar un premio y su discurso de aceptación en inglés), cuanto en sus prácticas cotidianas (su rutina de ejercicios en una máquina que mantiene dentro de su cocina; la casa que comprará con un préstamo, y su repentina crisis por “tener dos garajes y solo un auto”).

La soledad como el origen de sus problemas es revelada por un extraño doctor, inventado y personificado por ella, quien le exige a Carolina que se preocupe por su propia vida. Al final, su esfuerzo por cocinar para su marido se frustra por la ausencia de éste. Solo entonces Carolina sale de su cocina.

Javier López Narváez
xlopez@telegrafo.com.ec
Reportero


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